lunes, 28 de diciembre de 2020

Ego

Se muerde las uñas por las ganas que tiene de comerse el mundo. Tirita, y no es de frío, no ves que tiene los sentimientos a flor de piel. Pinta sus ojeras porque ella es lienzo en primavera, que se marchitan sus ojos pero aún oscuros forman un verde curioso. Perfuma su cuerpo y conjura a quién huele su mezcla de tabaco y ensencia de loca. Que no te roza porque piensa que como a ella, tus demonios se volverán contra ti. Nadie entiende que viste sus mejores galas, no para que le alaguen, las viste porque al verse reflejada piensa que es perfecta con o sin ellas. Y aún desnuda, contempla florituras en sus piernas, aún así piensa que es perfecta. Que no tiene fuerza y titubea a veces por golpes de flaqueza, y aunque tropiece, se levanta y te mira con una sonrisa sincera. Es inquieta, se funde en la silla y se le remueve el alma. Es incapaz de frenar lo que piensa, y siente tanto el mundo que a veces le produce ceguera. Fuma tanto, que el humo forma parte de sus venas y aunque quisiera dejarlo, lo hace porque ansía sentirse llena. Su piel es pálida como la Luna que anhela desde la infancia tocar con la punta de las yemas. A veces parece tan fría, que si te habla te congela, pero es tan cálida su presencia que le hace juego con su melena. Parece que un volcán de lava se le derrita por la espalda. No sabe bailar, pero su cuerpo se mueve al son de una sonata. Tampoco sabe cantar, pero afina sus sentidos al escuchar cualquier canción que le roce el alma. A veces llora, más de la cuenta quizás, que parece que brotan dos manantiales en lo más alto de las montañas de sus ojos. Y en temporada de sequía, son sus labios rojos los que humedece cuando le gusta la vida. Escribe tanto, que sus latidos van acompasados con sus versos y cada vez que suspira recita una poesía. Se le entrecorta la respiración en momentos puntuales, le comen los nervios y palidece aún más su cara. En otras ocasiones, te mira, con esa cara de niña buena, las mejillas sonrojadas y la pupila más dilatada que una noche de Luna Nueva. No quiere contacto físico, porque prefiere guardar tanto sentimiento para los más íntimos. No regala abrazos si no lo ve necesario, no son boletos de cine de barrio. Tampoco regala su tiempo, considera la inversión de cada momento.

Es así. Sin más.