Te quiero
para un café, cien besos, mil caricias y toda una vida. Porque nunca he sido
egoísta, y nadie posé a nadie aunque en este mundo hipócrita se quiera todo
aquello que desee uno. Yo no, no te quiero porque eso implica poseer y nada me
haría tanto daño en el corazón que verte encerrada sin poder abrir tus alas.
Amor significa libertad y yo te amo con todo lo que se puede amar. Con mis
suspiros te amo, con mis hechos te amo, con mis palabras te amo. Te amo por
encima de ninguna cosa y por ello quiero que seas feliz allá donde vayas,
conmigo o sin mí. Donde desemboca una sonrisa en el mar de tu mirada, o en la
pupila cristalina de un bosque en llamas. Allí, aquí o donde sea, adverbios de
tiempo y de lugar que para mí solo son simples palabras porque somos tan
ínfimos en el universo, que ni tú ni yo podríamos formar ni una molécula de
polvo al estar juntos. Pero solo estando juntos nos sentimos vivos y volvemos a
creernos gigantes porque en el alma habita un pequeño ser al que se le alimenta
de todo aquello que no se ve. De aquellas sensaciones inexplicables que hacen
palpitar más rápido tu corazón, o esas simples miradas furtivas que creas o no
por dentro te hacen un poquito mejor persona. Eso es el amor, un ente
alimentado de sentimientos, caricias de sensaciones inexactas, de resultados
improbables en situaciones únicas e inequívocas. Qué seríamos sin sentir una
bella melodía o la bella melodía de su voz cuando susurra palabras y tu cerebro
no las procesa porque sigues atento a su hipnotizante ritmo. Qué seríamos sin
sentir caricias que no siendo de otra piel si no caricias de otros labios sobre
los nuestros propios. Dime, amigo que todo lo sabes, ¿qué seríamos sin la
máquina que aunque siga palpitando con normalidad, hay momentos en los que
frena, se ralentiza y necesitas suspirar? No seríamos nada, porque vivimos por
y para sentir. Habrá momentos que no quieras sentir nada, o que desearías no
sentir nada, pero el mero hecho de sentir es
un bien preciado. No quieras ser fría y aséptica. Deja que te lastimen y
pidan perdón, porque así es el ser humano. Quiere todo lo que no tiene pero al
final no ama nada de lo que ya tiene. Y yo estoy segura de que te quiero
solamente para un café, cien besos, mil caricias y toda una vida, pero aún así
te amaría hasta dejarme el último aliento, amándote sin quererte.
miércoles, 30 de noviembre de 2016
miércoles, 23 de noviembre de 2016
Frases parafernálicas
Algunas frases que tenía apuntadas por las esquinas de mis libretas, o que quería incluir en algunos de mis poemas y al final pues las dejé por libre y me olvidé de ellas. Está claro que tienen derechos de autor, son totalmente mías. Gracias por leer este blog oculto entre muchos otros, me encantaría que me comentarais como os gustaría que fuese, que suba más a menudo (últimamente estoy algo ocupada). Lo que queráis. Ya os dejo de molestar. Espero que os gusten estas frases... :3
-A veces es absurdo mirar a una persona que no te interesa,
pero otras… ¡Dios santo! Podrías contemplarla hasta que se cegasen tus ojos.
-La fina línea entre belleza y rareza es lo que nos hace
únicos.
-Si perdiendo la cabeza te encuentro a ti, la locura hasta
ahora nunca me hizo tan feliz.
-Invierte el tiempo en la nada y lo perderás todo.
-A veces las similitudes son tan aburridas, que nos acaba
atrayendo justo lo contrario a nosotros.
-Si somos moléculas en el espacio, déjame ser las que se
posen en tus labios.
-Los suspiros son sentimientos intentando escapar del
corazón.
-La oscuridad puede llegar a cegarnos la mente, pero siempre
estará la luz de nuestro corazón.
-Qué fácil es hablar de un tema que no te ocurre a ti,
intenta pronunciar palabra cuando tienes un nudo en la garganta.
-Si los ojos son reflejos del alma, los míos son
transparentes.
-Cuando no comprendes lo que te atrae de otra persona, es
ahí cuando puedes hablar de amor.
-Esas frases que se escapan sin pensar, son aquéllas que
quisiste decir en su momento pero no lo hiciste y ahora te sobran.
-No sé lo que me ocurre al verte, pero siento que si cruzo
una sola mirada contigo ya no tendrás que conocerme.
-Mientras el silencio reine en una habitación donde se
mezclan dos aromas, entre respiraciones seguirá habitando el sonido.
-Y esos ojos que se asemejan a todo, pero nunca habías visto
nada igual.
-Una dosis de amor, a veces, puede resultar un buen
somnífero.
-Mientras en tus ojos aún se divisen dos luceros, en mí no
habrá oscuridad que pueda gobernar.
-Inyéctame tu sabor en vena que yo ya te tengo clavado en mi retina.
© copyright Vagalume
martes, 22 de noviembre de 2016
Pedacitos de lluvia
La lluvia
cae y resbala danzante entre mi piel, y dejo que me moje y que caiga sobre mi
rostro ya que me parece sentir cada pedacito de ti de nuevo rozándome. Ha
pasado tiempo, ya ha llovido y yo sigo pensando en cómo pasaríamos el invierno
los dos acunando nuestro frío entre los brazos. En cada gota de lluvia fría que
me moja la cara y parece que me acaricias tú, encuentro un recuerdo y un
pedacito de ti que me forja. Aún sigo dudando de si debí haberte contado todo,
aunque luego pienso que puede que sí lo hiciese, porque ahora estoy vacía.
Intento poder vislumbrar al menos una luz entre ésta mi oscuridad, pero nada
consigo ver, nada más que a ti. Un recuerdo efímero que se pasea por mi mente
como un sueño, y así fue. Un sueño eterno que se me hizo corto hasta que nos
distanciamos. Y ahora pido clemencia al cielo, y Dios llora, llora y sus
lágrimas caen entre mis mechones de pelo, entrelazándose con mis dedos como tú
y yo solíamos hacer. La Luna que me acuna en las noches más solitarias, es la
única que no llora. Me sonríe, esa Luna que ha aparecido brillante, más
brillante todavía. Me ha devuelto todo lo que una vez te di a ti. Que inútil es
a veces escribir para alguien que jamás se dará por aludido, pero peor es que
lea este mensaje y no sepa que es por él. Y que ya no lo necesito apenas, que
el dolor ya se me ha curado y en su lugar habita una cicatriz extensa entre
tantas otras. Pero aún así, no podría negar que me aportaste mucho y yo a veces soy demasiado egoísta. Ahora que llueve, ahora que estoy llena de pedacitos de ti vuelvo a sonreír como antes, así como la Luna me sonríe a mí.
domingo, 13 de noviembre de 2016
Delirios nocturnos
Pierdo la vista cada noche en el techo de mi habitación, creyendo así que encontraré respuesta a todas mis preguntas. Pensativa, resonando entre mis delirios nocturnos colapsando mis tímpanos música que a más de uno le hubiese levantado un dolor de cabeza. A mí no, sino que agradezco que me ensordezcan por completo, así puedo sumergirme entre el mar de sugerencias fruto del insomnio en el que me ahogo a veces. Expirando suspiros entre mis labios junto a palabras que nunca serán pronunciadas y mi corazón me suplica que se las arranque ya que colapsan sus latidos y lo hacen enloquecer. En el medio de la noche, boca arriba frente a mí, recién sobresaltada por una de muchas impertinentes agonías y sintiendo escalofríos. Ahí, en medio de lo que me cubre, entre la oscuridad y los rayos juguetones de la luna rodando entre mis sábanas, puedo vislumbrar tus ojos, pupilas dilatadas de un marrón tan café, que quizá sea ese el motivo de mis noches en vela acunada solamente por la música y a veces el leve silbido de un viento que parece susurrar mi nombre simulando tu voz. Esos dos pequeños luceros de la más verídica sinceridad, la más dulce miel de las abejas obreras envidiosas de su color. Que mezcla tan perfecta, tus pupilas y las mías formarían tan solo una odisea de poesía. Pero ese techo imaginario en el que resalta tu rostro entre respiraciones... Siempre se acaba callendo, desmoronándose encima mía, y justamente tus labios se apoyan estratégicamente sobre los míos como si el vaivén del viento no existiese entre dos almas, como si el mar de dudas expirase entre una caricia y una duda, como si todo sueño, pesadilla o deseo quedase solventado por un sentimiento. Uno solo. Un eterno beso.
sábado, 5 de noviembre de 2016
El beso I
"Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca y
al que no sirve tirarle de la rienda."
El monte de las Ánimas G.A. Bécquer
Entre la noche que caía sobre las malezas del monte, cuyos rumores se extendían más allá del propio pueblo, ese el cual una vez doblaban las campanas a medianoche, nadie, por mucha valentía que portase, a pisar se atrevería.
Una muchacha cubierta de harapos teñidos de negro regresaba a casa. Era más
de media noche, y ella, absorta de los avisos que su madre le dijo repetidas
veces, haciendo caso omiso a los murmullos de ese monte, se adentró entre sus
ramas y siguiendo los senderos curiosa e intentando comprender de qué huían los
más valientes, de qué hablaban los campesinos una y otra vez al escuchar hablar
de ese monte maldito. Ella, tan sigilosa como pudo ser, escapó de su lecho al
vislumbrar que la luna, tampoco temía a la oscuridad. Caminó durante horas por
entre las arboledas, oyendo una y otra vez, susurros, chasquidos y dando por
sentado que serían pequeños seres salvajes que, como mucho, querrían huir de
sus pisadas. Pero uno de esos murmullos, le pareció que pronunciaba fugazmente
su nombre con voz masculina y de forma clara. <<Marta>>. Se giró bruscamente en busca de una sombra que
delatase a una persona escondida entre algún árbol, pero no consiguió
distinguir nada. Su rostro palideció al instante. Aún así, se puso firme y
preguntó:
Continuará...
El monte de las Ánimas G.A. Bécquer
Entre la noche que caía sobre las malezas del monte, cuyos rumores se extendían más allá del propio pueblo, ese el cual una vez doblaban las campanas a medianoche, nadie, por mucha valentía que portase, a pisar se atrevería.
I
-
¿Quién llama? –su voz parecía segura, aunque sus
piernas temblorosas, amenazaban con fallar en cualquier momento.
No halló ninguna respuesta a su pregunta. Confusa, prosiguió su camino, esta
vez más atenta a su alrededor. Por su cuerpo, comenzaron a resbalar unas gotas
de sudor, pero ese sudor era frío. Sus piernas, como predijo, le fallaron. Se calló de
rodillas al lado de un viejo roble, sobre sus hojas marchitas se dejó caer. Agachó la cabeza, cerró sus ojos un segundo y notó una mano helada en su espalda. No se movió,
aguantó la respiración y su corazón se aceleró cual caballo desvocado y
salvaje. Pero después, la mano se volvió cálida, le resultaba conocida. No daba
crédito, quiso girarse pero algo se lo impedía. La mano comenzó a moverse, a
acariciarle de arriba a abajo por toda su espalda y fue a desembocar en la
mejilla de la muchacha. Ya no tenía miedo, la curiosidad le invadió y pronunció
con voz temerosa una pregunta:
-
¿Quién eres? –la mano se detuvo.
La pregunta, una vez más, calló en el olvido sin hallar respuesta.
Pensó que solamente era fruto de su imaginación, que los posteriores ruidos
y la presencia de aquella mano tan solo fue su cabeza jugándole una mala pasada. No hizo caso a
lo ocurrido, se levantó y siguió caminando hasta su posada. Allí, se fue
directa hasta su lecho, y se tumbó. Calló rendida ante la luz de la luna que
caminaba entre sus mantas y se durmió con su mano descansando justo donde
sintió aquellos extraños dedos y su calidez que por segundos parecían
reclamarla.Continuará...
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