La lluvia
cae y resbala danzante entre mi piel, y dejo que me moje y que caiga sobre mi
rostro ya que me parece sentir cada pedacito de ti de nuevo rozándome. Ha
pasado tiempo, ya ha llovido y yo sigo pensando en cómo pasaríamos el invierno
los dos acunando nuestro frío entre los brazos. En cada gota de lluvia fría que
me moja la cara y parece que me acaricias tú, encuentro un recuerdo y un
pedacito de ti que me forja. Aún sigo dudando de si debí haberte contado todo,
aunque luego pienso que puede que sí lo hiciese, porque ahora estoy vacía.
Intento poder vislumbrar al menos una luz entre ésta mi oscuridad, pero nada
consigo ver, nada más que a ti. Un recuerdo efímero que se pasea por mi mente
como un sueño, y así fue. Un sueño eterno que se me hizo corto hasta que nos
distanciamos. Y ahora pido clemencia al cielo, y Dios llora, llora y sus
lágrimas caen entre mis mechones de pelo, entrelazándose con mis dedos como tú
y yo solíamos hacer. La Luna que me acuna en las noches más solitarias, es la
única que no llora. Me sonríe, esa Luna que ha aparecido brillante, más
brillante todavía. Me ha devuelto todo lo que una vez te di a ti. Que inútil es
a veces escribir para alguien que jamás se dará por aludido, pero peor es que
lea este mensaje y no sepa que es por él. Y que ya no lo necesito apenas, que
el dolor ya se me ha curado y en su lugar habita una cicatriz extensa entre
tantas otras. Pero aún así, no podría negar que me aportaste mucho y yo a veces soy demasiado egoísta. Ahora que llueve, ahora que estoy llena de pedacitos de ti vuelvo a sonreír como antes, así como la Luna me sonríe a mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario