jueves, 13 de mayo de 2021

Tengo hambre

Tengo hambre, pero no tanto como necesidad biológica sino como ese que te entra a veces cuando mueres de ganas por deborarte el mundo. Mi estómago ya no aguanta más, porque las mariposas que revolotean dentro de él se han levantado en motín, quieren salir. Tengo muchas ganas de comerte, pedazo a pedazo el alma o de comerte a besos, morderte el labio, devorar tu ser si pudiese. Pero siempre tropezamos con los peros, y entre tanto, espero un aviso de emergencia. Dime al menos si sucederá más tarde que pronto, o pronto nos veremos cara a cara y yo podré mirarte a los ojos sin sonrojarme. Es que no se nota ya que mi pupila se dilata cuando te tengo en frente. Suenan las sirenas cuando sin querer mi mano roza la tuya, y no siendo demasiado de contacto, se me eriza la piel, se me desvoca el corazón y es tal calambrazo que quiero pegarme más a ti. Maldito abismo que separa centímetros de labio a labio, y yo solo quisiera hacer funambulismo por el hilo verde que nos cose los silencios tan incómodos. ¿Quién soy yo para romperlo, si lo que diré te hará más daño del que pueda llegar a remediar con caricias? Joder, pero menudo dolor de cabeza, creo que lo que me he tragado me ha provocado una indigestión. Me mata tu cercana lejanía, mis labios más bien cerrados por costumbre y los oídos abiertos para escuchar tu voz hablándome de otra. ¿Cómo por impaciente, puedo calmar el ansia, callar mis entrañas y esperar de forma paciente?  No alcanzo a entender el por qué dejo siempre que se escape el amor por la ventana, sin recordar pasar el pestillo a la maldita puerta, porque sin darme cuenta, pasó el tren demasiado deprisa y yo cargaba demasiadas maletas. Mira lo que pesan, que por haber decidido tragarme mis palabras, en vez de comerte a ti empezando por tu maravillosa cabeza, ahora cargo piedras a la espalda y llevo conmigo una cremallera que se cierra si tú estas cerca. Me arrepiento, no lo niego. Ahora me repiten los sentimientos que en su momento guardé en las tripas y de tanto repetirlos estoy empezando a morir de hambre por el regusto que me dejan. Dicen que de amor no se muere nadie, pero de hambre sí. Pero tú, eres como el antojo de madrugada, que busco somnolienta en la almohada y solo queda su apariencia, pero como siempre lo onírico me engaña. El ápice de agua en el desierto, cuando deshidratada, dejas correr los oasis que crea tu esperanza, pero en realidad no hay nada. Pareces el vino tinto más astringente creado en el planeta, que sin probarlo siquiera, dejas tu aroma impregnado en boca pero al tragar me arde la garganta, pero no me queda otra, que calmar las ganas y dejar que el tiempo corra.