jueves, 7 de octubre de 2021

TIC-TAC

Hablemos de la pura pasión de ver por la ventana la ría y recorrerla con los dedos como si de un juego se tratara. La pura pasión desde la misma ventana, donde la luz juguetea con los cristales y las cortinas, llegando a rellenar mi cama de rayos solares. Hablemos pero sin hablar de nada, nos basta quizás una mirada y entender cada palabra que los labios no se atreven a decir y el corazón mientras tanto, amordazado tras la espalda. Cruza los dedos, para que no llueva en la ventana, para poder subir la persiana y que las gotas del rocío no empañen el cristal. La retina, la pupila cristalina donde te reflejas, es esa ventana de la que hablo. ¿Por qué no puedo cerrar lo ojos sin ver los tuyos primero? Que parecen un espejo roto y quizás por eso tengo tan mala suerte. Esto se me escapa de las manos. Los sentidos me han dejado a la deriva, se han hundido los remos y ya no hay manera de avanzar. Agua estancada en los ojos, el mar. ¿Qué más puedo hacer si me he olvidado de nadar en abierto? Si solo recuerdo bucear por tus venas pensando así que llegaría a tu alma. Me he perdido en tu marrón ocular. Esa pura pasión de vernos, pero no poder hacer nada más. Es lo único que me queda. El mar, para recordar que nada es eterno y que los deseos, a veces, no se hacen realidad. He frotado la lámpara de Aladín tantas veces, que el genio ya no me quiere hablar. Se fundió la bombilla de las ideas y tampoco tengo electricidad en la máquina que bombea mi sangre. Noto calambres en la mano y suena el reloj con su tic tac. Supongamos que el tiempo es el único que no cambia, supongamos que tú has cambiado y yo he cambiado y ya no hay marcha atrás.

Quizás así sea mejor. Quizás esto se acabó.