El monte de las Ánimas G.A. Bécquer
Entre la noche que caía sobre las malezas del monte, cuyos rumores se extendían más allá del propio pueblo, ese el cual una vez doblaban las campanas a medianoche, nadie, por mucha valentía que portase, a pisar se atrevería.
I
-
¿Quién llama? –su voz parecía segura, aunque sus
piernas temblorosas, amenazaban con fallar en cualquier momento.
No halló ninguna respuesta a su pregunta. Confusa, prosiguió su camino, esta
vez más atenta a su alrededor. Por su cuerpo, comenzaron a resbalar unas gotas
de sudor, pero ese sudor era frío. Sus piernas, como predijo, le fallaron. Se calló de
rodillas al lado de un viejo roble, sobre sus hojas marchitas se dejó caer. Agachó la cabeza, cerró sus ojos un segundo y notó una mano helada en su espalda. No se movió,
aguantó la respiración y su corazón se aceleró cual caballo desvocado y
salvaje. Pero después, la mano se volvió cálida, le resultaba conocida. No daba
crédito, quiso girarse pero algo se lo impedía. La mano comenzó a moverse, a
acariciarle de arriba a abajo por toda su espalda y fue a desembocar en la
mejilla de la muchacha. Ya no tenía miedo, la curiosidad le invadió y pronunció
con voz temerosa una pregunta:
-
¿Quién eres? –la mano se detuvo.
La pregunta, una vez más, calló en el olvido sin hallar respuesta.
Pensó que solamente era fruto de su imaginación, que los posteriores ruidos
y la presencia de aquella mano tan solo fue su cabeza jugándole una mala pasada. No hizo caso a
lo ocurrido, se levantó y siguió caminando hasta su posada. Allí, se fue
directa hasta su lecho, y se tumbó. Calló rendida ante la luz de la luna que
caminaba entre sus mantas y se durmió con su mano descansando justo donde
sintió aquellos extraños dedos y su calidez que por segundos parecían
reclamarla.Continuará...
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