viernes, 16 de septiembre de 2016

Triángulo pedernal

Se acercó sigilosa a su mejilla,
él apartó su mano,
ella insistió en sus caricias,
pero en sus ojos faltaba algo.
Miedo reflejado en su mirada,
ella intentó besar sus labios,
él se estremeció,
empezó hablando:
-He hecho algo terrible,
algo que no sé cómo ha pasado,
sabes que siempre te quise
pero ahora estoy dudando.
-Rubén, no te entiendo.
¿pero qué ha pasado?
Ella se le quedó mirando
el rostro del chico
oscureció como día nublado
y de repente dijo:
-Te juro que no sentí nada,
ni tan siquiera la deseo,
pero ayer con el sol del ocaso
amanecí en otro lecho.
De su rostro nació un riachuelo,
él lo acarició con tristeza,
ella solo quería llorar,
de dolor, de ultraje... de pena.
Pupilas dilatadas de incertidumbre,
ella entre sollozos se calla,
como puede, pronuncia su nombre
él esperanzado le abraza.
Ella le aparta y le dice:
-Te quiero porque es un hecho,
mis lágrimas lo demuestran sin disimular,
pero lo que hoy duele mañana sana,
al igual que tú, no te voy a perdonar.
El muchacho a punto de llorar,
respondió:
-Me iré si tu lo deseas,
no me verás más,
pero que sepas que te quiero
y nunca te volveré a fallar.
Ella entre risas sarcásticas y sollozos,
logró contestar:
-El necio que una vez en la piedra tropieza
en la misma mil veces vuelve a tropezar.

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