jueves, 4 de agosto de 2016

Desastres naturales

Pequeñas sacudidas de tu piel,
los labios humedecidos de deseo,
¿podré callar la pasión contra ellos?
Creo que vivo muriendo.
Acariciar tu cabello cobrizo,
danzar entre las gotas de agua,
niebla que caminaba por mi montaña
maremotos que arremetían tu mar en calma.
Solo dos almas que se atormentan,
que viven en soledad sin sol,
las nuves hacen diluviar tu cuerpo
y no tus labios bañados en alcohol.
Es inútil que me quieras perder,
si todo lo que quiero, vivir sin censura,
temporales mañaneros
y miles de tonrnados de locura.
Lentos vendavales en tus brazos,
arremetidas de olaje en tu ser,
piernas entrelazas en huracanes
que nos hagan tocar el amanecer.
Te encuentras en plena erupción,
lo veo en los oleajes tempestuosos
que destrozan mis profundos bosques,
¿quién más visita el océano de tus ojos?
Arde la frondosidad en mi retina,
me quema la amargura y la duda,
¿qué más da que arda en soledad?
si tú inhundas mi cabeza con culpa.
Ahí llega el terremoto,
sacude mi cuerpo pegándolo al tuyo,
plena época de sequía en tu boca,
los detrozos de gemidos absurdos.

-Y después de la tomenta
viene la requerida calma
querída Clara de mi cielo,
sois todas unas falsas.-

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